¿Hay vida después de la deuda?

27 Sep 2022
Los economistas Joseph Stiglitz y Daniel Heymann intentan responder a esa pregunta en el libro “La vida después de la deuda”. Spoiler: puede que haya vida, pero que venga con más obligaciones pendientes.

Integrante/es: Mira, Pablo , Heymann, Daniel

Por Pablo Mira

Nota completa

¿Hay vida después de la deuda? Esta es un pregunta que atañe a la más estricta situación presente de la economía argentina. Un aprendizaje que crisis tras crisis debemos sufrir los argentinos es que las correcciones a los problemas de deuda no son en realidad soluciones, sino meros inicios de senderos de recuperación en los que hay que trabajar, y para los que es necesario estar atentos durante un buen tiempo.


La razón es simple: una crisis de deuda significa ni más ni menos que un país no está en condiciones de repagar sus obligaciones, y eso extiende necesariamente las dificultades en el tiempo. Para poner un ejemplo, consideremos las siguientes dos situaciones. Un país se encuentra gravemente endeudado y decide reestructurar su deuda, pero lo hace sólo parcialmente para no defraudar a sus acreedores. De modo que paga un poco menos, pero algo paga. En este caso, debería considerar cómo hará para honrar en el futuro promesas que no son tan sencillas de cumplir. Ahora vayamos por la segunda posibilidad. El mismo país se pone firme y decide reestructurar fuerte. Así, su posición es que debe pagar mucho menos. Se plantea entonces la disyuntiva de quién le va a creer a este deudor cuando se vuelva a necesitar crédito en el futuro. En cualquier caso, la vida no es tan fácil después de la deuda.


Este es un poco el tema del libro La vida después de la deuda, de Eudeba, editado y parcialmente escrito por dos economistas icónicos. Uno es Joseph Stiglitz, Premio Nóbel de Economía y figura académica (y mediática) fundamental en la profesión. El otro es Daniel Heymann, un macroeconomista argentino especialista en temas de deuda y maestro de varias generaciones de notables economistas locales. La conexión entre ambos lleva varias décadas de colaboración, pero además coinciden en ser los mentores del ex ministro, y también experto en sostenibilidad de deuda (en especial soberana), Martín Guzmán.


Lo interesante del libro es que reúne documentos y comentarios presentados durante una Mesa Redonda sobre Crisis de Deuda y su Resolución, llevada a cabo en… agosto de 2012. El objetivo de aquella reunión era mostrar que las crisis de deuda continuaban planteando desafíos analíticos y empíricos. Para dar una idea del contexto, en 2012 Argentina estaba viviendo aún la salida de la anterior reestructuración de deuda completada en 2005. No se habían desplegado las sacudidas judiciales inducidas por los “fondos buitre”, y mucho menos se preveía el proceso de reendeudamiento que dio inicio en 2015 y terminó con la crisis de 2018, que dio lugar a su vez a una nueva reestructuración. La vida después de la deuda es, según parece, más deuda.


El objetivo de La vida después de la deuda, sin embargo, es mucho más que analizar “qué hacer con la deuda”. Los autores, un verdadero seleccionado de macroeconomistas, se dedican a estudiar las crisis de endeudamiento bajo el supuesto del todo plausible de que se trata de eventos sistémicos impulsados por interacciones complejas de comportamientos individuales y colectivos. En este sentido, el volumen ni siquiera refiere a la Argentina. Nuestro país suele ser etiquetado como un paciente “patológico”, o un “endeudador serial” (y posteriormente “defaultador serial”), pero La vida… se encarga de poner el problema de las crisis de deuda en una sana perspectiva, reconociendo que estos no son fenómenos idiosincráticos sino circunstancias que le pueden suceder a la mayoría de las economías del mundo.


La introducción del libro, escrita por el dúo Stiglitz-Heymann, es una explicación precisa y fundamentada del fenómeno de las crisis en general, y de las crisis de deuda en particular. Las crisis son eventos, se explica, cuya única homogeneidad es ser heterogéneos. Y si bien las crisis se parecen, nunca adoptan las mismas formas. Es así como la teoría debe obligadamente “correr de atrás” y, tras el surgimiento de estos eventos, contentarse con extraer “lecciones” que podrán servirle en mayor o menor medida, pero que difícilmente permitan establecer las medidas para evitar con seguridad una nueva crisis en el futuro.


Como contribución a la explicación de los factores concomitantes de las crisis macroeconómicas, permítaseme realizar una exégesis personal de estos fenómenos, asociándolos con las crisis de las parejas amorosas. Lo que caracteriza a una pareja primeriza es el entusiasmo de los dos involucrados. Hay confianza en su funcionamiento y los fallos eventuales de una de sus partes se perciben como meras excepciones a una estructura que en general se percibe funcionará bien. Cuando estas dificultades crecen, las parejas se empiezan a “endeudar” entre sí: comienzan a perdonarse errores que, sin embargo, quedan en el registro de la memoria de ambos. Pero para que la pareja entre en una crisis definitiva lo que debe suceder es que uno de los dos sufra una fuerte desilusión, un desencanto de tal magnitud que indique que la persona alguna vez elegida no era lo que se pensaba que era.


Entusiasmo, endeudamiento y desilusión son tres propiedades comunes a las crisis (nota técnica: hablo de las crisis sistémicas, no de los golpes externos como una pandemia). No hay crisis sin frenesí inicial; no hay crisis sin obligaciones que pagar; y no hay crisis si no se produce una desilusión. Y las economías son en lo colectivo como las personas en lo individual: propensas a formar parejas, y por lo tanto a incubar situaciones eventualmente insostenibles.


Tras la introducción, el trabajo se divide en cuatro partes, todas ricas en contenido. Comienza Stiglitz dando un panorama sobre el tratamiento teórico estándar de las crisis, y establece una serie de críticas. El economista norteamericano habla sobre la crisis de moda en la época: las que sufireron las economías periféricas de Europa en el marco de su maduración tras su ingreso una década antes en la Zona Euro. En la segunda parte José Antonio Ocampo, Roberto Frenkel y Stephany Griffith-Jones discuten experiencias concretas de crisis, en especial en América Latina. La tercera porción se centra en las reestructuraciones de deuda soberana desde un punto de vista conceptual, donde juega un rol fundamental algo que vimos por televisión en los últimos años: la negociación con varios grupos de acreedores y las consecuentes demoras en la resolución del conflicto.


El libro se cierra con una discusión llevada a cabo por Heymann y su mentor, Axel Leijonhufvud, economista sueco recientemente fallecido. Los autores describen con un estilo inigualable las múltiples dimensiones de los problemas de decisión que enfrentan los hacedores de política económica durante el desarrollo y la resolución de las crisis macroeconómicas de deuda, de acuerdo al tipo e intensidad de la perturbación. Allí se pueden leer analogías curiosas de las propiedades de las crisis, como los problemas del “cierre relámpago” y el del “acordeón”, efectos que no es usual leer en los contextos analíticos tradicionales.


La vida después de la deuda es la recopilación de un conjunto de presentaciones de un seminario. En muchas ocasiones, estas colecciones suelen ser un grupo dispar de ideas difíciles de aglutinar en un contenido común y coherente. Pero este no fue el caso esta vez. La vida… fluye de manera apacible y clara a lo largo de sus páginas, y si bien no debe esperarse leer una novela, la organización permite hacerse una idea clara pero a la vez conceptualmente consistente acerca del fenómeno bajo estudio. La vida sigue, y Stiglitz y Heymann nos la hacen más fácil de comprender.


“La vida después de la deuda” (fragmento)


Las crisis suelen estar concentradas en tiempo y en espacio. Se suele hablar de los episodios latinoamericanos de los años 80, o de las crisis asiáticas en la década siguiente. Estas experiencias en común pueden reflejar características estructurales compartidas, que hacen que las economías sean colectivamente sensibles a algunas clases de impulsos internacionales y varios “efectos contagio”, o interdependencias directas a través del comercio o los canales financieros; las similitudes de comportamiento también desempeñan un papel relevante (por ejemplo, en la respuesta a sus crisis de los años 80, los países del Cono Sur de América Latina adoptaron políticas de reforma y de gestión macro que aunque claramente no idénticas, mostraban características similares). Sin embargo, los casos específicos tienen su propia idiosincrasia ya que el conjunto de episodios que pueden ser categorizados, sin grandes reservas, como crisis de la deuda muestran características diversas en una variedad de dimensiones.


A menudo se traza una distinción crítica fuerte entre las crisis que comienzan en el sector público -con la imposibilidad de los gobiernos de pagar lo que deben y de refinanciar sus deudas pendientes- y aquellas que comienzan en el sector privado. Argentina y Grecia en 2001-02 pertenecen a la primera categoría; la crisis de los Estados Unidos en 2008, a la segunda. Pero la distinción no siempre es clara: una crisis del sector privado puede transformarse fácilmente en un problema del sector público, por ejemplo, cuando se socializan las deudas privadas, como sucedió en la crisis de Irlanda de unos años atrás y el Este Asiático en los noventa. Recíprocamente, las crisis de deuda pública suelen encontrar al sector privado poco preparado para soportar sus impactos.


En todo caso, hay una nítida diferencia entre las crisis causadas por la imposibilidad de repago de las deudas del sector privado y del sector público. En el primer caso, existe un marco legal definido sobre lo que debería suceder cuando una firma no puede (o no está dispuesta a) pagar lo que adeuda. (Por supuesto, surgen problemas complejos cuando hay crisis sistémicas, con un gran número de empresas que van a la quiebra). Sin embargo, en las instancias de default soberano, las cuestiones son más ambiguas. No hay un marco legal establecido, y no resulta fácil asegurar si un país es capaz de repagar si quisiera hacerlo, por ejemplo, a través de una suficiente suba de los impuestos.

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